Ficha teórica

El realismo mágico

El realismo mágico es un movimiento literario latinoamericano que tuvo su auge en la segunda mitad del siglo XX. Entre sus principales representantes, podemos mencionar al guatemalteco Miguel Ángel Asturias (Premio Nobel de Literatura, 1967),  al colombiano Gabriel García Márquez (PNL, 1982), al peruano Mario Vargas Llosa (PNL, 2010) y a la chilena IsabelAllende.                                                                                     

Este movimiento se presentó como una opción ideal para autores que, viviendo en países aquejados por gobiernos dictatoriales, pudieron explicar mediante la fantasía problemas de la realidad que no podían abordarse de manera explícita. 

Estas son algunas de sus características

 

  • Los elementos mágicos o fantásticos son percibidos como normales por los personajes (clara influencia kafkiana). Esta estética se encarga de relatar con la más absoluta naturalidad sucesos completamente inverosímiles.                                                                                                                                   
  • Se potencian y desmesuran las posibilidades de la naturaleza. Así, nos encontramos con nevadas descomunales, invasiones de mariposas amarillas, lluvias de flores o vientos sobrenaturales (como en el cuentoTramontana).                                                                                                                      
  • Los escenarios, generalmente latinoamericanos, tratan de reflejar la pobreza y la marginalidad de ciertos sectores de la sociedad en las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX.                                                                                                                                                  
  • Se recuperan mitos y leyendas propios del continente, con la finalidad de consolidar una identidad y una conciencia plenamente latinoamericanas, en oposición a las europeas.

Gabriel García Márquez: Un gigante literario

Gabriel García Márquez es un autor y periodista que nació el 6 de marzo de 1927 en Aracataca, Colombia. Él se considera como uno de los escritores más importantes de Latinoamérica. Durante su niñez, se le contaban al joven García Márquez las historias de la guerra en Colombia y las historias de amor de sus padres que luego inspiraron algunas de sus obras más famosas. Empezó a escribir cuando era joven y publicó su primer cuento cuando asistía a la universidad en su país natal. Más tarde, se convirtió en periodista también.

García Márquez recibió elogios y reconocimiento mundial por su novela más famosa, Cien años de soledad, que se publicó en 1967. Esta novela introdujo el pueblo mítico de Macondo y exploró temas de guerra y violencia inspirados por la historia de Colombia. También la novela introdujo elementos del realismo mágico, un género literario que mezcla hechos reales con creaciones fantásticas. Otra novela famosísima, publicada por el autor en 1985, se llama El amor en los tiempos de cólera. El libro se basó en la historia de amor de sus propios padres e inspiró adaptaciones cinematográficas, inclusive una película de 2007 con el actor español Javier Bardem.

Después de una gran producción literaria, empezó a reflexionar sobre su propia vida y su trayectoria como escritor. Escribió su autobiografía, llamada Vivir para contarla, en 2002. A lo largo de su carrera, García Márquez ganó diversos premios y reconocimientos por su trabajo, entre los cuales se destaca el Premio Nobel de Literatura de 1982.

El siguiente video viene de un documental llamado Buscando a Gabo. “Gabo” es el apodo de Gabriel García Márquez. Nota las referencias en el video a “Macondo”, el pueblo ficticio de su novela más famosa, Cien años de soledad. También el video se refiere a Aracataca, su pueblo natal en Colombia. Esta noticia anuncia el premio que recibirá García Márquez e incluye una entrevista con el autor. (Empieza el video a los :43 segundos.)

 

 

Fuente: https://acceso.ku.edu/unidad6/unpasomas/marquez.shtml

 

Leemos algunos fragmentos de un artículo publicado en el diario Clarín el 19 de mayo de 2007  sobre Gabriel García Márquez

INFORME G.M

Gabo, el boom y el realismo mágico

La irrupción de García Márquez en el campo de la literatura latinoamericana y su participación central del fenómeno comercial conocido como "boom" produjeron no pocos equívocos alrededor de esa vaga categoría inventada por los alemanes, conocida como "realismo mágico". Un examen de esa situación y sus razones.


JORGE LAFFORGUE . Crítico e investigador 
cultura@clarin.com


En los inicios de aquellos muy mentados años sesenta un joven imberbe hizo temblar los cimientos de nuestras letras con el relato de las violentas apuestas que desvelaban a los cadetes de un internado militar limeño; mientras que, duran te ese mismo 1963, un eximio hacedor de cuentos cruzó sus dos ciudades, la nativa y la de adopción, en un ajedrez cuyos movimientos respondían a las reverberaciones de una Maga ciertamente mágica. Cuatro años después de ambas publicaciones (La ciudad y los perros y Rayuela) el epicentro de ese anunciado terremoto tuvo lugar en una localidad del litoral colombiano, asediada por insolaciones tropicales y legendarios protocolos que certificaban los avatares de la prolifeante familia Buendía. La hirviente lava del volcán Macondo llegó hasta las barrosas aguas del Plata; y, rápidamente, se expandiría por el mundo entero.

Ese sismo de la literatura continental se conoció por el tan apaleado como explosivo nombre de boom (de la narrativa latinoamericana). Y si el Modernismo, a comienzos del siglo pasado, y las vanguardias, en los años veinte, fueron los pivotes sobre los que giró la rueda de nuestra literatura, el boom completó ese proceso de puesta en camino. Este transitar por los surcos de la modernidad tiene nombres: en los inicios estuvo el colombiano José Asunción Silva, junto a Martí y Darío; poco tiempo después profundizaron la huella Vallejo y Neruda, Borges y Carpentier, a los que, hacia mediados del siglo XX, se sumarán Arguedas, Rulfo, Roa Bastos, Onetti, Paz, Parra, Cortázar y una pléyade de jóvenes escritores que ratificarán la solidez, diversidad y contundencia de la literatura que se estaba produciendo en los países de América latina, sin pausa y con vértigo.

El centro de ese movimiento vertiginoso fue Cien años de soledad, novela de un colombiano entonces bastante desconocido, que el fino olfato del editor Paco Porrúa hizo que estallara entre nosotros, en predios sudamericanos de San Telmo, calle Humberto I al 500.

Los aplausos muy pronto sobrepasaron a los abucheos, aunque hubo unos y otros en abundancia. Sin embargo, un público lector ávido, junto con algunos críticos alertas, no tardaron en desplazar comentarios adversos, señalamientos anacrónicos o simples malhumores y despistes. Y Cien años de soledad se impuso como un hito y un símbolo poco frecuente en el campo cultural de nuestro continente.

¿Qué había pasado? Texto y circunstancias permiten explicar el fenómeno. Recordemos estas últimas. Ante todo, el momento político-económico que, con signos positivos, alimentaba optimismos diversos. Tanto el triunfo de la Revolución Cubana como la presencia en el continente de gobiernos medianamente progresistas permitían albergar esperanzas, que una situación favorable de la economía capitalista no entorpecía. En el ámbito literario tal situación se correspondía con el renacer de la industria editorial española, la ampliación del público lector en nuestra lengua, la aparición de revistas especializadas o de circulación masiva, una profusión de concursos, jornadas y congresos dedicados a examinar el auge de esta producción, entre otros elementos de similar índole. Claro que ningún estallido, ni siquiera un esmirriado relumbrón, hubiese sido posible sin aquel fértil abono del medio siglo transcurrido, que fue la savia nutriente de los nuevos textos de los sesenta. Para entonces Cortázar había publicado tres grandes libros de cuentos: BestiarioFinal del juego y Las armas secretas; Carlos Fuentes, una de sus mejores novelas, La región más transparente, y hasta el muy joven Vargas Llosa había ganado un premio en España con Los jefes. De donde los escritores que serían las figuras mayores del boom tenían ya sólidos avales literarios cuando en los dorados sesenta fueron catapultados a una fama sin precedentes. Y esas generales de la ley corrían también para García Márquez, en cuyo haber se contaban excelentes notas periodísticas y dos novelas publicadas en Bogotá: La hojarasca y El coronel no tiene quien le escriba, texto breve, metálico e impiadoso.

En dos frentes de conflicto debió entonces batallar García Márquez: el general, en tanto conspicuo integrante del boom; y el particular, por el profundo impacto que produjo su texto mayor.

Con respecto al primero, cabe recordar que aquellos "nuevos" grandes escritores formaron un grupo de autorreconocimiento —y autoelogio— mutuo, que no en vano fue tildado de clan, secta, logia, mafia o "ilustre mesa redonda". Lo cierto es que la tríada formada por Cortázar, Vargas Llosa y Gabo funcionó a menudo como un círculo cerrado, o al menos tal fue una percepción harto generalizada. Algo más que un chiste repetía por aquellos años que el boom se limitaba a cuatro sillas: la principal era ocupada sin discusión por nuestro compatriota, otras dos pertenecían al peruano y al colombiano, mientras que la cuarta no tenía un dueño vitalicio, y la compartían por momentos el mexicano Carlos Fuentes o el chileno José Donoso; incluso algunos se atrevían a apuntar el nombre de los cubanos Guillermo Cabrera Infante y José Lezama Lima. 


En 1966 Los nuestros de Luis Harss —amplio y personalísimo fresco de la literatura latinoamericana, que intercalaba reportajes a las figuras que el autor consideraba más representativas de la modernidad— actuó como pórtico a esa nueva producción continental. Luego, los dos textos críticos más significativos de esta movida resultaron La contemplación y la fiesta (1968), de Julio Ortega, y La nueva novela hispanoamericana (1969), de Fuentes; a los que cabe sumar los trabajos sobre el boom, de los ensayistas uruguayos Emir Rodríguez Monegal y Angel Rama, así como la muy "personal historia" de Donoso. 

Del otro lado, los rechazos estuvieron teñidos con frecuencia por el resentimiento liso y llano; pero no pocas veces los sapos y culebras provinieron de viejos gruñones ligados al pasado. Más y peor: hubo quienes repudiaron innovaciones que eran hijas de conquistas alabadas por esos mismos detractores: recuérdense los arrebatos coléricos e infundados de Manuel Pedro González o de Rafael Gutiérrez Girardot.

En cuanto al texto mismo de Cien años..., la recepción tuvo mucho de desconcierto. Al publicar Rayuela, Cortázar era ya un escritor apreciado en vastos círculos intelectuales; Vargas Llosa había sido catapultado desde Barcelona por el prestigioso premio Biblioteca Breve de Seix Barral; Fuentes, sobre todo a partir de La muerte de Artemio Cruz (1962), estaba en la primera línea de la literatura mexicana. (...)


En 1973 en una universidad de Kentucky nuestro compatriota Enrique Anderson Imbert lee un texto que luego recoge con buen suceso en su libro publicado en Caracas, El realismo mágico y otros ensayos(1976). El entonces profesor de Harvard traza un minucioso recorrido histórico del término desde 1925, cuando Ranz Roh lo usa por primera vez para caracterizar la obra de un grupo de pintores posexpresionistas. Luego pasa de la plástica a las letras hispanas, pero como denominación circunstancial e imprecisa, que a menudo se confunde con "la literatura fantástica" o con "lo real maravilloso" (categoría lanzada al ruedo por Alejo Carpentier en el célebre prólogo a El reino de este mundo, 1949). Consecuentemente, Anderson Imbert descalifica a Carpentier por sus incongruencias en la postulación de lo real maravilloso, así como denuncia las confusiones que desacreditan a muchos de sus colegas cuando utilizan de modo abusivo el concepto de realismo mágico; tras lo cual, con envidiable inmodestia, exalta los valores de su propia categorización en tres niveles discursivos, enfatizando una neta distinción entre lo sobrenatural (área de la literatura fantástica) y lo extraño (predio del realismo mágico). Tales esmeros no logran acotar la supuesta peculiaridad de la muy mentada escritura, tan realista como mágica, que para nuestro crítico se desplaza entre las aguas barrosas del realismo y las incursiones aéreas de la literatura fantástica (sus precisiones resultan lamentables: "El realismo mágico echa sus raíces en el Ser pero lo hace describiéndolo como problemático"). (...)
 En síntesis: el boom fue un epifenómeno de un proceso más profundo, la modernización definitiva de la literatura latinoamericana; el realismo mágico no pasó de ser una alusión caribeña a ciertos procedimientos narrativos llevados a su máximo esplendor por la prosa de Gabo, pero nunca una marca de fábrica o etiqueta de las letras del continente; Cien años... —más allá de toda controversia— figura entre las mayores novelas de América latina, junto a Los siete locosAdán BuenosayresPedro PáramoLos pasos perdidosLa vida breveYo el supremoConversación en la CatedralEl obsceno pájaro de la noche y pocos textos más; es hoy, y para siempre, uno de nuestros grandes clásicos.

 

Les dejo los primeros párrafos de su obra maestra: "Cien años de Soledad"

Capítulo uno

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarías con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquiades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos tratando de desenclavarse, y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros mágicos de Melquíades. «Las cosas, tienen vida propia -pregonaba el gitano con áspero acento-, todo es cuestión de despertarles el ánima.» José Arcadio Buendía, cuya desaforada imaginación iba siempre más lejos que el ingenio de la naturaleza, y aun más allá del milagro y la magia, pensó que era posible servirse de aquella invención inútil para desentrañar el oro de la tierra. Melquíades, que era un hombre honrado, le previno: «Para eso no sirve.» Pero José Arcadio Buendía no creía en aquel tiempo en la honradez de los gitanos, así que cambió su mulo y una partida de chivos por los dos lingotes imantados. Úrsula Iguarán, su mujer, que contaba con aquellos animales para ensanchar el desmedrado patrimonio doméstico, no consiguió disuadirlo. «Muy pronto ha de sobrarnos oro para empedrar la casa», replicó su marido. Durante varios meses se empeñó en demostrar el acierto de sus conjeturas. Exploró palmo a palmo la región, inclusive el fondo del río, arrastrando los dos lingotes de hierro y recitando en voz alta el conjuro de Melquíades. Lo único que logró desenterrar fue una armadura del siglo xv con todas sus partes soldadas por un cascote de óxido, cuyo interior tenía la resonancia hueca de un enorme calabazo lleno de piedras. Cuando José Arcadio Buendía y los cuatro hombres de su expedición lograron desarticular la armadura, encontraron dentro un esqueleto calcificado que llevaba colgado en el cuello un relicario de cobre con un rizo de mujer. (...)

Fecha: 6/10/2022 | Creado por: Andrea Fabiana
Categoria: Cuarto bimestre